LOS QUINTOS, origen y evolución

Tradicionalmente, los Quintos eran los mozos nacidos en un mismo año, que debían incorporarse al servicio militar obligatorio.

Parece que su origen histórico y etimológico viene de la época de Carlos III (1770) en que se reclutaba al azar uno de cada cinco hombres aptos para ir a la guerra.

En cuanto al inicio del reclutamiento forzoso, antropólogos e historiadores no coinciden sobre la fecha.

Con la Quinta del 82 desaparece la obligatoriedad del servicio militar pero siguen conservándose en muchos sitios las tradicionales celebraciones de Los Quintos, sencillamente porque el sentido de grupo que caracteriza a los quintos es mucho más profundo que su significado castrense. Ya existía antes de la obligatoriedad de la mili y seguramente pervivirá por mucho tiempo después de su abolición.

Este agrupamiento y hermanamiento entre jóvenes nacidos en el mismo año, se viene haciendo desde las épocas más remotas de la socialización humana. En todas las tribus se exigía a los jóvenes una prueba de madurez para ser aceptados como adultos por la comunidad. Actualmente, se siguen haciendo estas prácticas en algunas tribus africanas y sudamericanas.

La mili se convirtió, durante su vigencia en España, en esa prueba de madurez exigida por la sociedad, siempre se dijo que el joven que se incorporaba a filas volvía convertido en “todo un hombre”, incluso era imprescindible haberla hecho para conseguir determinados trabajos. Por todo ello, hubo un tiempo en que era un orgullo y un privilegio hacer la mili y una humillación el no hacerla.

Fue en los años que siguieron a la guerra civil cuando más aceptación tuvo, por parte de los mozos, el servicio militar. España en aquella época era un país subdesarrollado. La paupérrima vida rural, jornaleros sin tierra casi todos, hacía que para muchos mozos no fuera desagradable "ir al servicio", donde comida, habitación y ropa estaban garantizados, y sobre todo porque rompía la monotonía de la vida campesina, a unos jóvenes predestinados a pasarse su vida pegados al terruño. Por ello, aunque era larga y sus condiciones duras, esta masa no se sentía generalmente incómoda, y en años siguientes solían recordar, con cierta nostalgia, anécdotas de unos tiempos de juventud, sin utilidad marginal, en los que salir a otra ciudad era la aventura de su vida.

Los Quintos en Carcenilla

Por medio del alguacil, se avisaba a todos los jóvenes que entraban en Quintas para que pasaran a tallarse por el Ayuntamiento de Caracenilla, en el que se hacia un pequeño reconocimiento médico para ver si tenían algún defecto físico o corporal que les impidiera cumplir con la patria, o si en su caso, fueran hijos de viudas, o eran el único que mantenía a su familia.

Posteriormente la lista de los quintos se enviaba a Cuenca, para que entrara en el sorteo que se celebraba en noviembre.

Después de esté, en el Ayuntamiento se ponía una lista con el nombre y el destino correspondiente a cada quinto dentro del territorio español.

A partir de aquí lo quintos eran los dueños y señores del pueblo. Eran una piña que organizaban bailes, festejos y demás cosas que se les pudiera ocurrir.

El día de los Quintos era el día en que se enteraban de su destino, y del que convertían en toda una fiesta. Una fiesta en la que colaboraba todo el pueblo, porque la tradición era pasar casa por casa pidiendo por los quintos. Unos les daban huevos, otros algo de dinero, y con lo que recogían hacían sus apaños. Si se juntaban con exceso de huevos, pues los vendían y conseguían mas dinero para poder comprar el avituallamiento para su fiesta particular. Como por ejemplo comprar un cordero, y hacer zurra.

Una vez animados con su fiesta, les tocaba cantar sus coplillas por todo el pueblo:

Las que les cantaban ellos a ellas:

Por esta calle que voy
Y por la otra doy la vuelta
Para ver si mi morena
Tiene la puerta abierta.

Por esta calle que voy
Tiran agua y salen rosas
Por eso la llamamos
La calle de las hermosas.

En tu puerta planto un pino
Y en tu ventana un peral
Y en tu linda cabecera
Un cerezo garrafal.

Estas son algunas de las muchas que cantaban, pero ellas también tenían respuesta para ellos:

Ya se van los quintos, madre
Ya se va mi corazón
Quien me tirara chinitas
A mi balcón.

Pasado el tiempo, llegaba la fecha de incorporación a filas. Tenían que desplazarse a Cuenca, y desde aquí hasta su destino.

El cantar de despedida a Caracenilla era este:

Adiós mi Caracenilla
Cuando te volveré a ver, volveré
La palabra que te he dado
Pronto yo la cumpliré

No me marcho por las chicas
Que las chicas guapas son, guapas son
Me marcho porque me llama
El ejercito español