José y los Cuervos

El abuelo Leoncio era pastor.

Se encontraba con el ganao detrás del cementerio. En el cerro de la horca.

En el cerro de la horca había antiguamente unos barranquillos que servían también de cementerio para los animales.

Cuando algún animal del pueblo moría lo tiraban allí.

En aquel momento había un burro que estaba siendo devorado por los cuervos.

El abuelo Leoncio tenía un hijo pequeño llamado José. Y José bajaba por el camino del cementerio para llevarle a su padre el almuerzo. Al pasar al lado del barranquillo los cuervos se espantaron saliendo volando en manada y todos emitiendo el sonido de su graznido - “grrac, grrac, grrac, gras”-.

El pequeño José, al ver la estampida de los cuervos soltó el atillo donde llevaba el almuerzo de su padre, dio media vuelta y emprendió una carrera como alma que la lleva el diablo con dirección al pueblo.

El abuelo Leoncio, atónito le llamaba, - José, José, José... pero dónde vas?. – Muchacho esperateeeee, Jooooosé.

El Abuelo se dirigió a por su almuerzo tirado en el camino, con la preocupación de que es lo que le había pasado al pequeño José.

Cuando estaba preparándose para comer, vio bajar a su esposa con el niño de la mano, llevándole a regañadientes hasta donde se encontraba su padre.

- Pero, José qué es lo que te ha pasado?. Por qué has salido corriendo dejando la comida tirada en el campo?

El niño con cara de susto le contó:

Vi a los cuervos todo negros sobrevolando por encima de mi, y todos decían. – Ven acá José, ven acá José, vennnn acááá Jooooosé.