El Pastor de Verdelpino

Esta historia siempre nos la han contado nuestros padres y abuelos como cierta. Como chiste está bien, pero como historia real... cuesta un poco creerla.
Según cuentan, debió pasar allá por los años treinta cuando las comunicaciones se basaban, casi exclusivamente, en el ferrocarril cuyo tránsito era muy frecuente por nuestra Vega.

Estaba el pastor de Verdelpino en una de esas típicas estampas bucólicas que nos ofrece nuestra Vega: las ovejas pastando, los perros correteando, él con su cayado, su zurrón, sus albarcas, la boina calada... todo paz y sosiego...

Hasta que, en su habitual ruta, se dispuso a cruzar las vías del tren con el rebaño. Lo había hecho mil veces por el mismo paso y nunca había ocurrido nada, era un paso con mucha visibilidad en el que era muy difícil que hubiera sorpresas.

Pero ese día las hubo, justo cuando estaba cruzando el ganado, surgió, como de la nada, ese monstruo gigante de hierro bufando como un toro... Por mucho que pitara el maquinista, el pastor no tuvo tiempo material para despejar las vías y el tren irremediablemente se llevó una docena de ovejas.

Después del accidente, al pastor no le quedó más remedio que volver al pueblo y presentarse ante el Amo para darle explicaciones.

El Amo, lógicamente estaba encolerizado por el despiste del pastor y por la pérdida de su ganado.

El Pastor al verle tan afectado le soltó:

- ¡¡ Cooopón... pos dé usté gracias a que el tren venía de punta que si llega a venir atravesao... las empaqueta a tóas !!