LOS HUERTOS |
Hasta no hace muchas décadas, los huertos eran indispensables para la subsistencia familiar en Caracenilla. Los productos conseguidos de la tierra sabiamente trabajada servían principalmente para el autoabastecimiento, pero también para la venta y en ocasiones para el trueque por otros productos necesarios. Por esa razón, en su elaboración y mantenimiento participaba prácticamente toda la familia, desde niños hasta ancianos. Lo que antaño era una necesidad, actualmente es un entretenimiento. Muchos huertos se mantienen gracias al empeño de algunos nostálgicos que les dedican su tiempo y trabajo con todo cariño. La verdad es que si nos ponemos a sumar las horas de dedicación, el producto final sale mas caro que en cualquier mercado, pero ¡como el pepino del Vallejo no hay otro en el mundo entero! ...Y que no se pierda nunca la tradición.
Ubicación: Las zonas donde encontramos los huertos en Caracenilla, preferentemente son el “Vallejo”, el “Marmelero” y la “Vega”, pero también existían huertos en el monte “Oterviejo”, “Maridiez”, “La fuente la Cueva”, los “Pollatos” del “Viso del Pinar”, y la “Solana”. También se sembraba en la Colá, y en el “Cascajar” regados con las “pozas de la Pesquera”. Las partes de abajo de la Colá estaban abastecidas por la las “pozas del “Calzadizo” o “Calzaizo”.
La ubicación en estos lugares se debía a la cercanía manantiales de agua, como es el caso del Vallejo, Marmelero, la Colá, la Fuente la Cueva y los Pollatos. En el caso de la Vega, los huertos familiares que estaban al otro lado del cementerio, se abastecían por el agua sobrante de la fuente de la plaza, que iba a parar al barranco de la Colá, que además recogía las aguas sobrantes de las pozas de la zona y que por éste bajaban a la Vega.
Riego: Para la retención del agua, con la que poder regar, se construían pozas. A base de piedras, o de barro y troncos, o ramas. La más conocida en el pueblo es la poza “la Toba” que se encuentra en el Vallejo, pegada a la carretera que sube a Pineda, y de la que todos más o menos tenemos un recuerdo vivido en ella. Seguro que mas de uno/a ha caído en su helada agua, e incluso creo recordar que un coche que se salió de la carretera fue a parar a ella.
El sistema de regadío era realizado por los propietarios de los huertos. Desde la poza, que siempre estaba ubicada a una altura superior, bajaba el agua por las “regueras” que construían hasta llegar a los huertos que estaban escalonados en la ladera del monte. Una vez allí, hacían la distribución para que corriera a través de los “surcos” o “tablares” donde estaban los cultivos, y posteriormente el agua seguía bajando por la reguera hasta el huerto que había mas abajo, y así sucesivamente hasta el último.
Como el agua acumulada en la poza no era suficiente para el regadío de todos los huertos, se marcaba un sistema de turnos. Por la noche se tapaba la poza. En su base inferior había un “alcavuz” (era un cilindro de cerámica), por donde salía el agua. Lo tapaban con un trapo viejo grande mezclado con barro. El trapo se sujetaba encima de la poza con un “atadero” del que tiraban cuando querían destaparla. Generalmente a eso de las 7 de la mañana, se marchaban a regar el huerto las personas que las tocaba el turno. Abrían la poza con el “astil” de la “azada”, o un palo gordo, pinchándola desde fuera para que saliera el trapo y saliera el agua. Iban abriendo con el “azadón” las regueras para que corriera el agua hasta su huerto, y una vez allí iban moviendo la tierra de los surcos para que corriera por todos. Con el agua sobrante de la poza se regaba el siguiente huerto que tocaba.
Cuando el agua se había terminado en la poza, se volvía a tapar. Generalmente por la tarde ya estaba llena, entonces se marchaban a regar con las últimas luces el turno siguiente.
En algunos huertos se hacían pozos para su regadío, y no depender de la poza. Por medio de una noria, que movía una mula o borrico, sacaban el agua para regar.
Preparación: Para el otoño, movían las tierras con el “azadón” 2 o 3 veces, para que no salieran hierbas. En primavera se rastrillaban para igualar el terreno, y posteriormente se realizaban los surcos para sembrarlos.
Para el abono se utilizaba la basura de las caballerías, la sacaban de las cuadras y las cargaban en un “serón” que iba encima de una “albarda” sobre la mula. Si tenían exceso de basura, la dejaban amontonada en una esquina del huerto, para utilizarla cuando les hiciera falta. Las echaban en los surcos cuando se regaba y estaba la planta crecida. Esto además de abonar, guardaba la humedad.
En el pueblo eran frecuentes las “ollas de tierra” o semilleros. Se podían encontrar en el barranco, donde estaba el primer molino, o alrededor de las eras, generalmente en los zopeteros.
El semillero, consistía en un pozo hecho a “palón” de 1m de alto x 1 m de largo x 1m de ancho. Casi parecían sepulturas. Lo llenaban con basura caliente de la cuadra, la pisaban y aplastaban. Encima ponían una capa de tierra y basura de los corrales. Aquí plantaban las semillas, que podían ser, por ejemplo, tomates y pimientos. La olla se tenía que regar todos los días, si no había agua cerca, la llevaban con cubos desde la fuente. Las ollas se preparaban para mediados de marzo, generalmente para San José. Como por esta época todavía podía caer alguna helada de principios de primavera, tenían la precaución de taparlas para conservar las semillas. Ponían unos palos en la superficie y sobre ellos apoyaban mantas, “seras”, o los “apeos” de las mulas. Cuando trasplantaban la semilla crecida al huerto, los manojos los metían en cubos envueltos en trapos húmedos para no perder la raíz.
Algunos de los cultivos que plantaban en el pueblo eran, o son:
Tomates.- Del semillero se trasplantaban al huerto en mayo o junio. Se sembraban en hoyos en la parte baja del surco, a un palmo de distancia. Necesitaban riego, una o dos veces por semana. Cuando crecían se “excavaban” y se les echaba basura. Al nacer la flor se les ponía unos palos para sostener las ramas, y que no se vencieran con el peso de los tomates cuando salieran. Los tomates cuando coloreaban se podían comer crudos, o también se podían embotellar al baño maría para su conservación durante el año. Para su conservación se hacia lo siguiente: Se pelaban los tomates, se troceaban, y se metían en tarros de cristal muy bien cerrados con su tapa. En una cacerola, se sumergían en agua cubriéndolos totalmente, al empezar al hervir se contaba un cuarto de hora. Se sacaban los tarros del agua, y se dejan enfriar. Aquí aguantaban hasta su utilización.
Lechugas.- Se podía hacer un semillero en el huerto. Para mayo se podía sembrar en los surcos. Cuando crecían, se ataban en la parte de arriba para que echaran “cogollo”. Se recogían según se iban necesitando. Echaban una especie de espiguilla donde estaba la semilla.
Pimientos.- Se sembraban en surcos, se regaban, y al crecer se cavaba la tierra. Los pimientos cuando ya estaban verdes se podían coger. Si se dejaban más tiempo en la planta, se ponían rojos y duros. Se podían comer en ensalada, se podían conservar al baño maría o se podían freír. Antiguamente los guardaban colgados en las cámaras. Si se conservaban al baño maría, previamente se asaban en una olla, y se pelaban. El jugo que soltaba el pimiento se le incorporaba también en el tarro de cristal. Luego la preparación era igual que la de los tomates.
Pepinos.- Dos o tres días antes de plantarlos, las simientes las envolvían en un trapo mojado, y las guardaban en un tarro hasta que “entallecían”. Esta similla con el tallo las sembraban en lo alto del surco, hacían una reguerita con la mano, y las cubrían con tierra y basura. Los primeros días se regaba con un bote, al que le hacían agujeros en la parte inferior, para que no se llevara la tierra. Necesitaban mucho riego, un día sí y otro no.
Ajos.- Se siembran en diciembre. Tenían un refrán, o dicho para los ajos “Tantos días como pasan de enero, tantos ajos pierde el ajero”. Es decir que para enero ya tenían que estar plantados. “Esgranaban” la cabeza, y plantaban la pepita del ajo, de una en una, dejando una separación de unos 10 cm. Cuando se arrancaban, se trenzan, y se colgaban para que no se humedecieran.
Cebollas.- Se sembraban en “hiladas”, dentro de “eras” (que no en las Eras). Las eras tenían unas dimensiones de 1m de largo x ½ ancho. Generalmente compraban los “cebollinos” (son los tallos de la cebolla), y eran lo que plantaban. Las cebollas se arrancaban para septiembre, con ellas hacían “orcas” para que se curaran mejor, y duraran mas tiempo.
Melón.- Para sembrarlos hacían como “casillas” de basura, encima colocaban 2 o 3 pepitas en cada golpe, y los tapaban con tierra y basura. El truco que tenían para que crecieran antes, era ponerlas en remojo unas 24 horas. Para el mes de mayo se plantaban y para junio ya tenían melones. La mejor recolección de melones era en la Vega, y eso que a veces los tenían que regar a cubos.
Patatas.- Para San José se sembraba una patata pequeña, o una patata grande que tuviera tallo. Se sembraban en golpes, separadas un par de palmos cada una. Una vez nacidas se cavaban y se arrancaban cuando las ramas estaban secas. Judías.- En el mes de junio ya se podían sembrar. En un lateral del surco, en el fondo, se echaban 3 o 4 judías en cada pocillo y se cubría. Cuando nacían se cavaban, y se les echaba basura. Para las judías verdes, cuando las matas estaban altas, se las ponía un palo en cada tallo para que se enrollara, y luego echara la flor. Generalmente de estas judías sembraban pocos surcos.
Si se querían judías en grano, como blancas, pintas, o a rayas, no las plantaban en el huerto, si no en tierras aparte. Había plantaciones de estas judías en el Monte Oterviejo, el “Barranco el Villar”, Maridiez, y el “Curato”. Se dejaba secar la mata. Cuando estaba completamente seca, se arrancaba, se hacían haces, y con las caballerías se llevaban al pueblo. Generalmente por las noches, a la fresca, se dedicaban en las puertas de las casas a “esmotar” las “vainas” de las matas (arrancarla de la mata). Las guardaban en sacos, y las llevaban a la Era. Las extendían en parvas al sol durante el día, y al atardecer las recogían para que no les diera el relente de la noche. Cuando estaban las vainas secas se amontonaban en la era, y las pisaban o daban palos. Las ablentaban con el aire. La vaina se la daban a los animales para comer, y el grano lo volvían a extender sobre mantas, o sacos, para que se secara. Luego los guardaban en sacos para su utilización durante el año. Estas judías también servían como semilla para el año siguiente.
Garbanzos.-Se sembraban a finales de mayo en tierras de secano, igual que el trigo. No necesitaba agua para regarlos. Solo el agua del cielo. Al igual que el trigo, también tenían que ir a escardarlos cuando echaban la flor. Se arrancan con las manos, y formando un “haz” con la planta la llevaban a la Era. Las daban con un palo hasta que salía el garbanzo. Se ablentaba con el aire, y quedaba limpio para guardar en sacos. Esto era, mas o menos, en septiembre.
Lo mismo ocurría con la “almorta”, o “guija”, que es parecido al garbanzo en el tamaño, pero tiene la piel blanca, y no dorada. Y el grano hace una especie de cuña, y no es redondo.
Girasoles o “mirasoles”.- Se siembran igual que el trigo, a finales de mayo. Cuando estaba la pipa hecha, arrancaban las cabezas una a una, y las echaban en los “serones” para llevarlos a la era. Se calentaban en la era, y a base de “tortas” que le daban a la cabeza, salían las pipas. Las pipas las dejaban secar en la era. Se barrían, se ablentaban y se cribaban. Posteriormente las guardaban en sacos. Servían para comer o para vender. Esta recolección se hacia en septiembre, después de los garbanzos. También se podían encontrar en menor escala, en los linderos de los huertos.
No podemos olvidarnos de la cantidad de árboles frutales que había en el pueblo. Generalmente estaban ubicados en zonas frescas, y con humedad en la tierra, o en los lindes de los huertos. Algunos hemos comido manzanas, ciruelas, peras, albaricoques y hasta cerezas. Incluso, todavía se pueden ver, algunos almendros en la carretera que va a Pineda. |