La misma confianza, la misma complicidad, el mismo cachondeo, el mismo buen rollo, eso sí, más kilos, más canas, más arrugas, menos pelo, pero con las mismas ganas de pasarlo bien que entonces. ¡Y vaya si lo pasamos! yo me lo pasé en grande, como hacía muuuchos años que no me lo pasaba en Caracenilla. Parecía como si volviera a tener 17 años y estuviera viviendo un momento mágico que solo era roto cuando veía a mis hijos corretear por la plaza y me miraban con esos ojos de estenoesmipadre viéndome hacer el payaso. Solo me faltó el partidito de fútbol y una excursioncita en bici para que todo hubiera sido como entonces. Bueno, eso y el paseíllo a la Colá, jejeje… ;-)) Y también me faltó mucha gente. Eché de menos a algunos ausentes, aunque seguro que no faltan a la próxima kedada. Me llevo un montón de momentos inolvidables para guardarlos junto a los recuerdos que ya tenía: Algunas miradas encontradas, cómplices, con ese brillo delatador en los ojos y ese rubor en las mejillas. Hubo momentos tensos y emotivos. Aaaah… se siente… se dice el pecado pero no el pecador. Perico, como siempre, haciendo ese gesto tan suyo mordiéndose los labios, levantando las cejas y murmurando “umm vaya ...... pa forrar pelotas” al ver por detrás a alguien que no pienso decir su nombre. Hay que joderse la memoria que tiene el tío, me hizo recordar cosas mías que yo mismo había olvidado, me reí mucho con él. Lalo Arzak y Abel Arguiñano preparando la caldereta vestidos con ropa de cocinero. Mucho cuidao Juanito que estos dos te quitan el puesto, ¡la caldereta estaba de muerte! Aunque parte de culpa la tuvo JR Beni “coñac, coñac, echa más coñac…” qué tío, qué perra con el coñac. Los gritos de Marisol cuando se lanzó por la tirolina, y más aún cuando Jose Antonio la dejó colgada arriba para bajar a tomarse una cerveza. Cuando volvió a pisar tierra le temblaban todos los músculos del cuerpo. Esther, mi mujer, que tiene pánico a las alturas y se arrancó decidida a tirarse por la tirolina. Cuando subía justo por la mitad de la pared del rocódromo le grité “no mires abajooo…”, pues eso mismo es justo lo que hizo, y se quedó paralizada. Ni patrás ni palante. Tuvo que hacernos Jose una exhibición de rescate y todo esto entre gritos, risas nerviosas y cachondeo generalizado. Al final subió con su ayuda y se tiro, y lo más gracioso es que le gustó y luego quería repetir. El pedazo de concierto que nos marcamos que debió sonar a rayos pero con el que disfruté como un enano. Hacía cuarenta años que no cogía una guitarra y encima le faltaba una cuerda… espero que vuestros delicados oídos sepan perdonarme. Le pegamos un repaso a las canciones de nuestra juventud, canciones que nos dejaron huella y que hicieron que más de uno cogiera el micrófono y arrancara su vena artística. Menos mal que estaba mi primo Pedro por allí para tapar todas nuestras carencias musicales. Gracias Pedro por tu ofrecimiento y buena disposición. Y no te preocupes que no desentonabas nada en la fiesta, como abultas como dos de veinte… El cabr*n*z* de Abel que casi hace que me parta el espinazo en el juego de las sillas, yo, con lo poquita cosa que soy, con seis personas (algunas de ellas XXXL) sobre mis rodillas y él empujando... y yo encajonao en el rincón... y que no se movía ni dios… ¡pabennos matao! no sé ni como aguanté. La silla de plástico del carreful, se espatarró tóa pero aguantó, no sé cómo pero aguantó. ¡¡Las pasé putas, pero me lo pasé genial!! Fue como en el chiste de Gila “me habéis matao al hijo, pero me he reidooo...”. … y tantos y tantos momentos que no acabaría nunca de contar. Muchas gracias a todos
por este fin de semana inolvidable. Espero que lo volvamos a repetir
pronto, porque a mí me ha sabido a poco. Jesús. |